Me pregunto por qué no te puedo encontrar. Todo habla de ti, pero tú no estás.
miércoles, 10 de noviembre de 2010
domingo, 7 de noviembre de 2010
Santificarás las fiestas
Hoy santifico las fiestas y no diré mucho más. Esto es indignante. Menos Papa y más ahorrar dinero para nosotros, que no hace falta salir de España para ver gente muriéndose de hambre.
Feliz Domingo.
Feliz Domingo.
sábado, 6 de noviembre de 2010
Dulces mentirijillas
A veces tienes que cometer un gran error para darte cuenta de cómo hacer las cosas bien. Siempre he pensado que el fin justifica los medios, aunque hace unos días he cambiado de parecer. No me gusta intimar demasiado con alguien, porque sino luego me engancho y cuando la cosa acaba... Pero esto no se elige, así que hace poco sucedió. Empecé a querer a la persona más inesperada, de tal modo que no me importaba que no tuviésemos nada en común, que fuese reservado y tan poco cariñoso... Le quería de tal manera que dejé de pensar en mí para pensar en nosotros. La verdad es que tenía mil motivos para odiarle, pero por todos ellos le quería, aunque estaba tan ciega pensando en "que pasaría si..." que me di cuenta un poco tarde: el tema estaba más que muerto y enterrado. ¿Cómo arreglar lo que yo solita había estropeado? Mintiendo, es lo más fácil. El problema de las mentiras es que, cuando empiezas, no puedes parar, y llega un momento en el que guardas tantas que parece que vas a reventar. Mentí, y mentí tanto que llegó el punto en el que la situación se me estaba yendo de las manos. Crees que lo tienes todo controlado, pero no es así. Era tan grande el peso que llevaba que decidí parar. Algo que olvidamos es lo bien que nos sentimos cuando contamos la verdad, pues esa carga tan pesada que llevábamos a la espalda, desaparece. Pero no siempre sale bien. A mi no me funcionó porque, si algo malo tienen las mentiras, es que cuando por fin te decides a contar la verdad, la confianza desaparece. Digas lo que digas, ya no te van a creer. ¿Cómo recuperarla? Tiempo, el tiempo todo lo cura, o eso dicen, aunque yo tengo mis dudas... Creo que si pensaramos cuánto nos jugamos mintiendo, no lo haríamos. Y menos si se trata de alguien importante en nuestra vida, porque cuando te quitas el peso de la mentira, cargas uno todavía más grande: el de la culpa, y es tan pesado que puede llegar a hundirte. No podía más, y conté la verdad. No para que me perdonara, sino porque creo que hay gente a la que, por lo menos, le debemos eso.
¿Mi conclusión? Que nada te hará sentir más imbécil que engañar a quien quieres, porque le pierdes. Y duele...
¿Mi conclusión? Que nada te hará sentir más imbécil que engañar a quien quieres, porque le pierdes. Y duele...
viernes, 5 de noviembre de 2010
Odio a Disney
Pipi, pipipipipi, pipipipipipi... Otra mañana igual, maldito despertador. Otra jodida mañana esperando que mi príncipe me despierte con un beso, y ¿qué me encuentro? El móvil vibrando sobre la mesa y pitándome al oído. No conforme con eso, salgo de la cama y solo tengo una zapatilla... ¿Y la otra? ¿Creéis que ha venido mi príncipe a traérmela? ¡No! ¡He tenido que buscarla por toda mi habitación, y sola! Me he sentado en la mesa esperando que Lumiére, Chip, Ding Dong o algun otro objeto parlante me sirvieran el desayuno pero, al cabo de una hora, he desistido, porque creo que si no hay príncipe en el cuento, tampoco hay desayuno. He vuelto a mi habitación esperando tener sobre mi cama un vestido pomposo y cursi esperándome para así después poder reunirme con mi príncipe, pero lo único que me he encontrado ha sido la cama sin hacer. Así que yo solita he cogido mi habitual ropa del armario, me he duchado, me he vestido y he decidido salir corriendo a la calle. ¿Dónde demonios está el caballo blanco que debería haber con mi príncipe? ¿Por qué en su lugar hay un anciano paseando a su perro; una mujer hablando sola y dos árabes con chaleco amarillo, casco y una carretilla de cemento? ¿Y tú, jodido pájaro, por qué no bajas a cantarme algo? Me he fumado un cigarro y con la cara más larga que podía tener, he vuelto a subir a casa dónde las brujas de mis hermanas me han recordado que tenía que limpiar (¡brujas si que hay, eh!). Bueno, igual la noche va mejor... ¡JA! Aquí ni carroza, ni calabaza, ni nada. Así que creo que me voy a ir pronto a dormir, porque hoy ya he llegado a una conclusión:
DISNEY, TE ODIO.
DISNEY, TE ODIO.
jueves, 4 de noviembre de 2010
Los amigos
Anoche pensando llegué a la conclusión de que los amigos estan sobrevalorados. Tener amigos en parte es un coñazo e implica (aunque no necesariamente) un gasto de dinero y tiempo importantes. Amigos de verdad hay pocos, esos de los que realmente disfrutas de su compañía, a los que escuchas contar sus vidas con ganas y los que no te importa cuántas veces te cuenten la misma historia, pues siempre hay pequeños detalles que descubres y que la vez anterior habían olvidado contarte; o que, aunque te cuenten cien mil veces el mismo chiste o hagan cien mil veces la misma gilipollez, siempre te vas a reír (y no por compromiso). Aunque aquí viene la parte mala de la amistad: lo económico. Hay fiestas que deberían exterminarse. Cumpleaños, navidad... Todo eso implica dinero; que si hoy te invito a esto, que si te llevo a tal sitio aun sabiendo que un vehículo no circula por la gracia divina y que lo que consuma lo vas a tener que pagar después... Y lo peor es que todo esto lo haces de forma desinteresada y de verdad... ¡Manda cojones! Y es que, si es amigo de verdad, y siempre que dispongas de cash, vas a querer hacerle un regalo, y para acertar, has tenido que gastar tu tiempo escuchándole para conocer sus gustos. ¿Todo para qué? ¿Qué te ofrece un amigo? Algun detalle, un café por las tardes, alguna que otra risa, alguna fiesta, su tiempo para que cuando lo necesites te desahogues... Nada que no puedas hacer con cualquier otra persona que no sea tu "amigo". Y esto entre otras cosas más. En definitiva, tener amigos no es para tanto; aunque he de reconocer que, los míos por lo menos, son como una droga: sin ellos no podría vivir.
miércoles, 3 de noviembre de 2010
¿Dónde estás?
Esta mañana me he levantado para darme cuenta de algo que automáticamente iba a hacer que deseara volver a la cama: el Karma me ha abandonado. ¿De qué sirve estar un puto mes entero haciendo las cosas bien si cuando al Karma le toca devolverte el favor desaparece?. El Karma no es justo, hace trampa. Se acerca a tí fingiendo ser tu amigo y convenciéndote de que si eres buena persona y haces las cosas bien, todo te irá bien. Tú dudas, lógicamente, pero él, como gran amigo que ha fingido ser durante algun tiempo, te promete que él mismo se encargará de que así sea. Sonríes y dices "está bien, acepto porque tú, mi gran amigo Karma, me lo has prometido", y automáticamente el Karma se hace tan, tan pequeño que se acuesta en el regazo de tu oreja; así, cuando vas a hacer algo malo, o a dar una mala contestación, él te grita "¡NO!, Recuerda que siendo buena persona luego todo te irá bien", y dejas esa mala acción para pasar de largo, o cambias esa mala contestación que rondaba en tu cabeza por una enorme sonrisa. Así día tras día... Y cuando por fin llega tu momento... ¡ZAS! El Karma no está. Ese gran amigo no era más que un farsante que ha fingido solo para ver cómo durante un mes has hecho el capullo y se ha reído de ti todo cristo a más no poder. Gracias jodido Karma... Ahora llegó el momento de decidir: sigo siendo jodidamente buena para que todo siga funcionando igual de mal o peor, confío en que el Karma volverá para devolverme el favor o soy jodidamente mala para seguir pensando que igual así, si todo sale mal, es porque me lo merezco...
Oh, Karma... ¿dónde estás?
Oh, Karma... ¿dónde estás?
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